La plaza de Mospintoles

Me temo que este cuento, publicado en la bitácora de Mospintoles en mayo de 2012, sea de difícil digestión para los tontilocos y pusilánimes que nos gobiernan alardeando de un buenismo emético que dinamita los beneficios sociales que a los españoles nos han costado años conquistar a base de lucha honrada y trabajo diario. En la fecha de su publicación ya era un cuento política y socialmente incorrecto. Imagine el lector cómo se verá el cuento tras años de televisada estupidez recurrente.

Este cuento lo disparó el atraco insolente que sufrió por aquellos días, a plena luz del día, en un muy conocido pueblo castellano, la madre y suegra de unos amigos muy queridos.

Tras cinco años sigo respaldando una a una las críticas sociales que en él recojo:

  • el descaro y la desfachatez de gran parte de los inmigrantes que amparados en el anonimato y en la indocumentación campan a sus anchas por nuestro país (a las víctimas de los atracos les da igual si se trata de más del 51% o si son menos del 49%);
  • la indolencia y la desgana de las policías municipales en las comunidades rurales;
  • las ayudas sociales indiscriminadas para emigrantes, vedadas a españoles necesitados (en cualquier otro país si no hay contrato de trabajo te vuelves al tuyo cuando se acaba el visado);
  • la desvergüenza de los responsables municipales, que alardean de ser solidarios e integradores con el dinero del pueblo (no meten a un inmigrante en su casa para ofrecerle un sopa caliente o garantizarle una noche de cobijo);
  • la cobardía de la ciudadanía española incapaz de enfrentarse a un emigrante que se las sabe todas y que nos ha cogido la medida; llegan de países donde la única posibilidad de vivir siendo pobre es en la trampa al margen de la ley cuando no fuera de ella, y en las cárceles españolas les damos cuatro comidas al día.

Repito: este cuento, habida cuenta del talante imperante en esta España desnortada y acobardada, no es para todos los públicos. Los menesterosos de un cerebro completo absteneros de leerlo.

Recuerde el buen lector la diferencia entre narrador y autor.

La plaza de Mospintoles
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